Ruego apasionado a una cuidadora
Primero, permitidme que me presente, ya que el año 2010 tendré 80 años y es posible que yo sea una de las ancianas que requiera vuestros cuidados. Como es posible que entonces sea incapaz de comunicaros mis deseos, aprovecho la ocasión que tengo hoy para hacerlo, y deciros como querría que me cuidaseis si tuviera que permanecer una larga temporada en una residencia geriátrica.
En primer lugar me agradaría conservar mi identidad: Yo soy la Sra. Rosemary Mills y es así como deseo que se me llame. No quiero que se dirijan a mí como la abuela, la Rosemary o la señora de la cama 9, sino que quiero mantener el nombre al que he estado siempre habituada, seguir siendo la Sra. Rosemary Mills.
Una de las cosas más importantes para mí es la independencia. ¿Podré tener una habitación individual? Probablemente no; en este caso, cuidadoras, vigilad bien que las cortinas estén pasadas en torno a mi cama mientras me hagan la higiene corporal o me vistan.
Si tenéis que lavarme, aseguraros por favor, que el agua esté caliente y no tibia. No soporto lavarme con agua fría y todavía lo soportaré menos cuando sea mayor. Poned atención en secarme bien, ya que no hay nada más desagradable que quedarse a medio secar. Si me bañáis, preservad mi intimidad y dignidad todo lo que podáis, tened la gentileza de calentarme la toalla; os quedaré muy agradecida. Al ser enfermera he tenido siempre mucho cuidado de mis uñas, por eso espero que me las mantendréis cortas y limpias; por otra parte puede ser necesario que el podólogo me atienda y procurad que me visite al menos una vez al mes.
Si soy incapaz de vestirme sola, espero que la cuidadora que se cuide de hacerlo ponga esmero en cuidar de mi apariencia; me gustaría que pusiera atención en combinar mis jerseys, blusas, faldas y pantalones, así como mis chaquetas y vestidos; que no me pongan medias viejas con carreras, que no permitan que la combinación cuelgue bajo el vestido, que no me anuden las medias sobre la rodilla…
Una vez vestida, ¿me podríais peinar? ¡Ah!, Y confío con seguridad que no olvidaréis lavarme los dientes.
Me gustaría ir a la peluquería una vez a la semana, mientras, espero que no se os ocurra ponerme pasadores, cintas y turbantes de colorines en mi pelo.
Alguna vez iré al salón. Si al menos pudiéramos estar tranquilos allí… estoy segura de que no es necesario dejar la televisión enchufada todo el día, sin preocuparme de si hay alguien que la mira…
Si tengo libros a mi alcance, procurad por favor, que tenga mis gafas, sino me será imposible leer.
Si durante las comidas soy incapaz de cortar los alimentos, confío en que lo haréis por mí. Si es preciso, no veo inconveniente en comer con la cuchara, siempre que la comida esté en plano hondo y no en llano, ya que me obligaría a ir a la caza de los alimentos.
Querría tener servilleta, aunque fuera de papel me conformaría… mientras no me pongáis babero…
No manifestéis nerviosismo ni asco si vomito la leche, o bien impaciencia porque soy lenta. Y no intentéis darme la comida a “cucharadas” antes de aseguraros de que no tengo fuerza para alimentarme por mí misma.
Si tuviera incontinencia ¿podríais seguir tratándome como a un ser humano? Absteneros de arrugar la nariz de asco cuando al retirar las sábanas descubráis mi cama mojada.
No me tratéis nunca de sucia, no me riñáis ni me pongáis en una situación incómoda y no penséis nunca que lo hago a propósito. Deseo que me proporcionéis compresas y toallitas y que se abstengan de ponerme una sonda por razones puramente prácticas. No quiero pasearme con una bolsa de orina que sería objeto de curiosidad para mis nietos y un estorbo para mí.
Me gustaría que me llevarais regularmente al w.c., que me movilizaseis y no me dejaseis todo el día clavada a la silla con el pretexto de que es inútil ocuparse de una persona con incontinencia.
Sería una muestra de gentileza y amabilidad por vuestra parte, manifestar interés por mi familia, por las fotos que están encima de la mesita de noche, o por mis nietos cuando éstos vengan a visitarme, pero poco comprensivo preguntarme por mi familia porque no se ocupa de mí, o porque mi hijo no me tiene en su casa. Es posible que me encuentre demasiado incapacitada para que ellos me puedan cuidar o que no estén preparados para tal esfuerzo, pero sea cual sea su la razón, no deseo que se me planteen estas cuestiones.
Seré feliz si de tanto en tanto puedo hacer una salida, una excursión, para ver los árboles en flor, las cerezas en primavera, el mar en verano, o sencillamente instalarme en el jardín cuando el tiempo lo permita.
Si estoy un poco desorientada y no comprendo mucho vuestros deseos, no me gritéis, por favor; eso no conseguiría otra cosa que excitarme y aún me trastornaría más, hasta podría volverme más agresiva, pero si me tratáis con delicadeza y afecto todo irá mejor.
Cuando esté en la Residencia, mi universo será muy reducido; hacedme pues participar de vuestro mundo. Habladme de vuestra familia, de vuestros amigos, de vuestros días de fiesta. Dejadme que os hable de antes, fingid interesaros sinceramente y, sobre todo, cuando os repita aquello que ya os expliqué una vez.
Pensad que si una cuidadora joven se casa o tiene un hijo, poder ver a la novia en todo su esplendor o al recién nacido será para mí un acontecimiento digno de ocupar mi pensamiento durante semanas.
Mis deseos y necesidades pueden pareceros ilimitados pero no son más que exigencias banales y normales: Quiero tener el calor de un hogar, estar bien alimentada y que una persona amable me cuide y se ocupe de mí.
Estoy segura, queridas cuidadoras y compañeras que ahora ya utilizáis y aplicáis todos estos principios que he comentado, pero vosotras los tendréis que transmitir a las cuidadoras jóvenes ya que de aquí al año 2010 quiero estar atendida por cuidadoras expertas, que sean tan amables como concienzudas.
A fin de cuentas, vosotras ¿no querríais lo mismo si tuvierais que estar mucho tiempo en una residencia?
En 1984, la Society of Geriatric Nursering del Royal College of Nursering, instituyó un Premio al mejor ensayo sobre Enfermería.
Lo ganó Rosemary Mills, Supervisora de la Residencia Balgoman en Kent (Inglaterra).
El premio que ganó fue de 100 libras, que empleó en dar una fiesta para sus pacientes.